Aparezco por aquí de tanto en tanto que,cuando reaparezco, tengo que hacerlo con algo especial. Porque así soy yo: algunxs me dicen rara. Yo me defino como especial, aunque lo de rara, la verdad, no me desagrada, pues me mola lo raro, lo bizarro, lo poco común.

He hecho un jabón de cerveza. No es nada nuevo ni que haya yo inventado. La cerveza tiene propiedades para la piel si te bañas en ella. Pero en jabón…pss. En jabón, no voy a engañaros, no muchas, si es que algunas. Por dos razones:

1.la propia saponificación del jabón transforma sus ingredientes y no es posible comprobar si lo que entra en él al hacerlo, sale con sus cualidades impecables.

2. el jabón está muy poco tiempo en la piel y se aclara de inmediato como para que algo penetre en ella y surta efecto más allá de lavar.

Dicho ésto,a lxs que hacemos jabón nos gusta experimentar con alimentos, grasas, ferviayos como diría mi güela (infusiones para lxs del otro lado del Pajares), colores, formas y aromas. Y alguien descubrió hace tiempo que la cerveza aporta al jabón una espuma abundante y cremosa.

Y me diréis: “si ya se usa desde hace tiempo…¿qué tiene de especial tu jabón de cerveza?” Pues que he usado una cerveza algo peculiar. Todxs sabemos que esta bebida se hace a base de fermentar lúpulo, cebada o malta con levaduras. Estas cervezas son las ale y las lager. Pero existe una tercera, menos común, en la que no entran en juego levaduras añadidas externamente, sino que se produce por fermentación espontánea con levaduras silvestres que reaccionan con las bacterias presentes en el aire: las cervezas lámbicas. Tras esta primera fermentación, a veces se añade otra cerveza lámbica añeja, azúcar o, como en el caso de la que he usado para este jabón, frutas, produciendo una segunda fermentación.

Este tipo de cerveza comenzó a hacerse en el poblado de Lembeeck, en Bélgica, hace más de 400 años. De ahí su nombre de “lámbica”. Es única en su proceso de elaboración y éste dura bastante, desde meses a años.

Yo usé mi querida Lindemans Framboise, que es de mis preferidas junto con su hermana de cereza que ya usé hace tiempo en esta receta de tarta  de mi otro blog. Y bueno, aquí el jaboncillo vestido con etiqueta, en francés, como cualquier etiqueta de una buena lámbica belga que se precie.

Jabón de cerveza lámbica
Etiqueta molona

Os dejo la receta:

  • 581 gramos de aceite de hueso de oliva (orujo, vamos)
  • 109 gramos de aceite de coco
  • 90 gramos de hidróxido de sodio
  • 220 gramos de cerveza lámbica de frambuesa “Lindemans framboise” congelada
  • 20 gramos de lactato de sodio
  • óxido rojo para color (a ojímetro, echado en la traza, hasta lograr el tono deseado).

La parte de arriba, que intenta imitar (sin mucho éxito, todo hay que decirlo) a la espuma de la cerveza, es un jabón batido con varillas hecho con:

  • 128 gramos de aceite de palma de desarrollo sostenible
  • 32 gramos de aceite de coco
  • 35 gramos de aceite de oliva suave
  • 18 gramos de aceite de ricino
  • 27 gramos de hidróxido de sodio
  • 64 gramos de agua destilada

NOTAS:

  • La cerveza sustituye al agua al elaborar la lejía jabonera. Muy importante es que antes de congelar dejes evaporarle el alcohol durante un par de días, abierta, si no quieres tirarte de los pelos cuando convierta tu traza en un ladrillo.
  • No lleva aroma, porque quería que sólo oliera a jabón.
  • Las frambuesitas de adorno están hechas apartando un poco de jabón y enmoldando en molde de bombones con esa forma.
  • Si no encontráis la Lindemans, tenéis otras más habituales como la Mort Subite de cereza. Que vamos, que podéis cambiar de fruta si os place :).

Y bueno, creo que os lo he contado todo. Gracias por leer todo el tochaco. Se os quiere 😉

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